Medallas religiosas, de lo sagrado a lo mundano

  • Las medallas surgen aproximadamente en el siglo I a. C. y pueden pensarse como objetos que conmemoran eventos y dan identidad, pero también como reflejo de eso atemporal que hay en el ser humano: el arte o la espiritualidad.
  • Medallas sacramentales, como la de San Benito, son interesantes no solo por los diseños que encierran gran cantidad de simbolismos, también por las leyendas que las rodean.
  • Pueden clasificarse las medallas por seis tipos, dependiendo de su función: conmemorativas, condecoraciones, medallas de uso devocional, medallas artísticas, medallas militares y medallas deportivas.

La numismática no se limita al simple estudio de las monedas. De hecho, es una auxiliar de la Historia que estudia piezas tales como monedas, billetes, medallas, títulos, valores mobiliarios y otro tipo de objetos de pago. Cada uno de ellos da lugar a una rama especializada: la monedística, la notafilia (relacionada con el papel moneda), medallística, escripofilia (para los títulos y valores mobiliarios entre los que se encuentran acciones, bonos y obligaciones), así como la exonumia (que son objetos relacionados con el dinero, pero que no son de curso legal, como las fichas o tlacos).

En este post, queremos hablar de la medallística como una rama insustituible de la numismática, capaz de aportar un sinfín de conocimientos e historias. Las medallas, se puede decir, son herramientas de la memoria, más que del bolsillo, como vendría siendo el billete o la moneda. En ellas conmemoramos hechos y personajes de vital relevancia para la historia e identidad de un pueblo. También, con las medallas celebramos los logros del presente y que marcarán, seguramente, a las generaciones venideras. En ello, la medallística recorre, en potencia, la historia completa de la humanidad.  

México. Medalla conmemorativa de los 400 años de las Apariciones de la Virgen (1931).

Además, las medallas pueden tener otros fines, entre ellos los religiosos y los artísticos. Así, son objetos con valor estético —es decir, de belleza artística— y también con un uso devocional o litúrgico. De esta forma, concluimos esta introducción con una idea clave: las medallas tienen una doble característica, pues 1) nos liga a nuestros recuerdos e identidad como país y como humanidad, y 2), a la vez, refleja eso atemporal e inmemorial en el ser humano: el arte y la espiritualidad.

Ahora bien, se dice que las medallas se introdujeron en Europa por medio de los egipcios, quienes llevaron placas metálicas de forma cuadrada con diversas representaciones artísticas. Ya los griegos, romanos y etruscos las adoptaron de forma redondeada y, cabe destacar, los romanos las empezaron a usar como adorno personal o distinción. Esto, claro está, sucedió mucho después de la introducción de la moneda, alrededor de 5 siglos después: aproximadamente en el siglo I a. C.

Uno de los padres de la medalla moderna fue el artista Pisanello, quien llevó el espíritu del renacimiento a la medalla, haciendo obras para Emperadores, reyes y miembros de la nobleza alrededor de Europa. Sus piezas reflejaban la sensibilidad y la mano fina de un pintor. Con ello, Pisanello se volvió el más importante medallista del siglo XV.

Vaticano. Medalla conmemorativa del Concilio Vaticano II con el busto de Pablo VI (1964).

Hasta aquí con la introducción general, pues entraremos ahora al mundo de las medallas religiosas. Estas pueden clasificarse según su función. Algunas conmemoran eventos significativos dentro de la Iglesia, como la medalla del Concilio Vaticano II, una de las asambleas eclesiásticas más importantes de los últimos siglos. Recordemos que este tipo de reuniones involucran a toda la Iglesia para poder cambiar o ajustar el dogma, la estructura de las celebraciones o la profesión de la fe. También, su relevancia está en que ha habido apenas 3 de ellas en los últimos 500 años. Otras medallas similares se producen de forma no-oficial con la visita de algún Papa o las celebraciones eclesiales particulares.

Otras más se producen por algún logro dentro de la Iglesia, lo que puede incluir las medallas dadas en los catecismos y confirmaciones. Funcionan como recuerdo de acontecimientos relevantes en la fe del creyente y como un símbolo de identidad futura. Son comunes, asimismo, las medallas de matrimonio, así como las que celebran festividades litúrgicas como la Navidad o la Pascua.

México. Medalla conmemorativa de la visita de Juan Pablo II a México (1990).

Sin embargo, las más fascinantes son, en mi opinión, las medallas sacramentales, esas que cuidan y dan protección espiritual a los creyentes. La medalla de San Benito, una de las más conocidas, esconde unos muy particulares simbolismos y frases. Como su nombre indica, está dedicada a San Benito de Nursia, uno de los fundadores del monacato occidental. También, San Benito es el patrón de la buena muerte, razón por la cual la medalla incluye la inscripción en latín: Eius in obitu nostro praesentia muniamur (“A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia”).

En el anverso aparece la figura de San Benito sosteniendo una cruz. A sus lados se encuentra una copa con una serpiente y, del otro lado, un cuervo. Estos dos elementos aluden a los envenenamientos que sufrió San Benito, primero con una copa (de la cual, tras realizar la señal de la cruz, salió una serpiente) y luego al pan (que un cuervo se llevó antes de que San Benito lo consumiera).

Medalla de San Benito. Fuente: Wikimedia Commons (imagen de Dominio Público).

En el reverso de la medalla, se aprecia un diseño a primera vista indescifrable y místico. Contiene seis frases con solo su acrónimo y la palabra “Paz” en la parte superior. Todas estas letras están ordenadas dentro y alrededor de una cruz. Las inscripciones, más que ser oraciones amables, son verdaderas invectivas contra Satanás. En particular, aparecen frases como: “Que el dragón no sea mi líder”, “¡Vuélvete, Satanás!”, o, “Que bebas tu propio veneno”, entre otras. Esta medalla se ha considerado durante siglos como un amuleto de protección espiritual, ayuda ante el mal y recurso para alcanzar una buena muerte.

Alrededor de ella también se han tejido muchas leyendas. Una de las más difundidas nos remonta al año 1647, en Alemania. En dicho país, fueron juzgadas varias mujeres por actos de brujería. Durante el juicio, declararon que sus “poderes” no podían hacer nada contra la Abadía de Metten, la cual tenía pintada una cruz y alrededor las inscripciones que ahora aparecen en la medalla de San Benito. Desde entonces su fama se propagó rápidamente, hasta que fue oficialmente aprobada por el Papa Benedicto XIV.

Otras medallas con cargas similares se encuentran en la Medalla Milagrosa, basada en las visiones y apariciones de la Virgen a Santa Catalina Labouré, o los escapularios, aunque estos objetos ya no se cuentan propiamente como medallas, tal y como las dos anteriormente mencionadas.

Medalla Pro Ecclesia et Pontifice. Fuente: Wikimedia Commons (imagen de Dominio Público).

Por último, existen medallas más exclusivas, otorgadas directamente por el Papa como condecoración por méritos extraordinarios. Algunas las hay tan viejas como del renacimiento italiano. A la medalla que me refiero es la condecoración otorgada por la Orden de la Espuela de Oro. Esta se concedía a los nobles por su lealtad. Así como a grandes personalidades del arte o la ciencia. Algunos de los más famosos portadores de la medalla son pintores de la talla de Rafael y Tiziano, músicos como Mozart o Paganini y otros personajes más polémicos, como Mussolini. Muchas de ellas fueron dadas por Reyes y Emperadores, pero fue el Papa quien la oficializó y quien la entrega desde sus inicios. Otras también de inestimable valor son la Medalla Benemerenti (al servicio largo y excepcional a la Iglesia), la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice, la Medalla de la Suprema Orden de Cristo dada a los defensores de la fe (y tan vieja como el año 1319) y un largo etcétera.

En resumen, las medallas eclesiásticas pueden agruparse según su función en seis tipos:

  1. Medallas conmemorativas o de recuerdo.
  2. Condecoraciones por servicios extraordinarios.
  3. Medallas de uso sagrado o devocional.
  4. Medallas con valor puramente artístico.
  5. Medallas militares.
  6. Medallas deportivas (aunque estas últimas quedan fuera de este post por obvias razones).

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