Coleccionismo en numismática, más que una afición

  • Te has preguntado, ¿qué diferencia a los coleccionistas de los acumuladores de cosas?, y, ¿qué tipo de colección te conviene empezar?
  • Algunos tips que proponemos en este artículo son preguntarte ¿qué objetos quiero coleccionar y cómo los voy a estudiar?, también ir ampliando tu colección a lo largo del tiempo, clasificarla de manera adecuada y, claro, no dejar que las monedas se dañen.
  • Recuerda que el verdadero coleccionismo aporta grandes aprendizajes, así como cultura.

I. Objetos dignos de coleccionar

Quien se haya detenido por más de un segundo a contemplar el cambio del bolsillo, puede decir que las monedas, billetes o medallas tienen un semblante bastante agradable. Quién no reconoce, por ejemplo, la belleza del nuevo billete de $50, el del ajolote, o los agradables trazos y colores que se ponen en los jaguares del billete de $1000 mexicano. Y es que, entre muchos coleccionistas, esto es lo que detona una pasión que se extiende por los años.

Otros casos, ya muy platicados, son de quienes se deleitan con la historia de sus monedas, billetes o medallas. Muchos y muchas fantasean con los personajes que pudieron haberlas agarrado o los acontecimientos históricos que vivieron estando en el bolsillo de algún participante de aquel evento. A aquellos les gustan no solo las monedas “vírgenes”, como se dice, sino los raspones, las marcas de historia, un mal troquelado y hasta las marcas de balas revolucionarias.

II. Una colección no es igual a una acumulación de cosas

Hemos introducido apenas estos dos casos, pero las colecciones se inician bajo diferentes intereses muy personales. Habrá tantas colecciones como personalidades. Cada una ellas, explora un ámbito de la cultura vigente y pasada; así, el coleccionismo es una gran manera de crear e investigar la cultura, así como la sociedad y sus vaivenes. Estos temas son tan amplios que para gustos y saberes se rompen géneros. Prueba de ello son las colecciones de monedas que se hacen por país, las que solo incluyen el dinero de cuño corriente, las de monedas conmemorativas o por iconografía (por ejemplo). Por ello, debemos retroceder un poco y decir que, si bien los coleccionistas se mueven por la belleza o historia de una moneda, también hay muchos criterios para acumular ejemplares de numismática.

Desde mi punto de vista, el verdadero coleccionista ama sus piezas, las clasifica, las estudia, está en búsqueda constante de nuevos ejemplares que aumenten el tamaño y significado de su colección; no por intereses económicos, sino para que su colección pueda aportarle aprendizaje y cultura.

(Rocío Hernández, Coleccionismo de monedas, p. 86)

Estos coleccionistas no olvidan que el sello distintivo de su colección es su interés y un afán sistemático, casi científico, por reunir piezas. Así, todo coleccionista carga con el hecho de que su colección numismática habla también de su personalidad y muchas veces hasta funciona como un autorretrato suyo. Y es que este hecho distingue las colecciones de ser una acumulación de objetos variopintos. La coherencia, unidad y amplitud (aunque sea a través del más simple de los gustos personales) es lo que hace a una colección ser una colección.

III. ¿Se necesita ser rico para ser coleccionista?

A pesar de que se piensa en los coleccionistas como gente de gran poder adquisitivo, que en todas las subastas suben el precio de manera desorbitante o que adquieren solo las piezas más raras, esta es una gran equivocación. Esta idea está muy extendida, pues en otras épocas el coleccionismo ha estado ligado al poder y riqueza; el lujo de la élite. Ya sea Moctezuma o Nezahualcóyotl, con sus colecciones botánicas y zoológicos, o Felipe II, con su colección de 5 mil estampas de los mejores grabadores, prueban que funcionaron como un despliegue de su autoridad. Sin embargo, el coleccionismo actual opera con otros criterios.

Los expertos mencionan que iniciaron sus colecciones con monedas baratas; les interesaba a algunos tener en perfecto estado todas las monedas del cuño corriente, las que siguen en circulación. A otros, la antigua morralla dejada en un frasco e incluso las monedas de países en crisis económica que, aunque un poco aprovechado, es también una opción asequible para coleccionar. Hay que recordar que lo que vale es la huella personal que se deja en la colección (aunque, claro, también importa su originalidad y lo numerosa que sea), así como el estudio que se pueda aportar de sus ejemplares y cómo estos alumbran una parte de nuestro pasado y presente como humanidad.

IV. Dentro de una colección

Dentro de una colección, el objeto pierde su función original. Así, gana un nuevo sentido, el cual comparte con el conjunto de objetos que lo acompañan. Un ejemplo muy claro es al coleccionar monedas de la revolución mexicana, que ya no habla de un afán de oposición al gobierno (como las monedas que acuñaron Zapata y Villa en los territorios que controlaban), sino de la variedad de ejemplares, así como las dificultades de su acuñación: con los peores materiales y defectos de producción. Otro ejemplo es al estudiar los billetes hechos por un solo diseñador, con lo cual se estudia su universo creativo. Las monedas, billetes y medallas, así, ganan una coherencia. Además, se complementan con otras, lo cual permite crear un conocimiento detallado y rico.

Estar dentro de una colección también implica saber cómo clasificar los ejemplares y dónde se van a dejar resguardados.  El primer objetivo es saber qué se tiene entre manos, recopilar información relevante y clasificar los ejemplares dependiendo de su año, país, materia, acontecimiento que recuerda, periodo histórico, es decir, dependiendo de un criterio base. Esta clasificación no solo te permitirá identificar fácilmente las monedas, así como controlar el crecimiento de la colección, también sirve para su posterior estudio numismático. A pesar de que el catálogo no es recomendado en colecciones chicas, en museos y colecciones mayores es recomendado como elemento de consulta, investigación, de estructuración, así como para identificar la totalidad de los ejemplares numismáticos. Otro punto clave es la colocación de un número de inventario, sobre todo si está en una base de datos.

Por último, se debe pensar de antemano dónde se resguardará la colección para mantener su conservación de forma adecuada. A esto se le conoce como la conservación preventiva, la cual tiene tres fases: la limpieza, almacenaje y manipulación. Para no andarnos con rodeos, dejaremos a los expertos dar una serie de consejos. Rocío Hernández (2016, pp. 98-103) propone los siguientes puntos al tratarse de piezas numismáticas:

  • Para realizar la limpieza se debe tener en cuenta un conocimiento adecuado del metal de la moneda, el tipo de suciedad que tiene y los materiales de limpieza a utilizar, con el fin de evitar que a la moneda se dañen. Recuerda que, si la moneda presenta suciedad superficial, lo mejor es limpiarla con agua y jabón o brochas que no contengan fibra de vidrio.
  • Para almacenarlas, se deben elegir materiales que impidan la humedad, el polvo y otros agentes ambientales.
  • En el almacenamiento, lo conveniente son insumos que faciliten su control, acceso y estudio de las piezas. Entre las opciones están los álbumes (con hojas de poliéster o mylar), sobres (de papel, cartulina o poliéster libres de ácido) y muebles monetarios (de madera de caoba o nogal).
  • Finalmente, para la manipulación está la utilización de guantes, lupas, medidores de longitud, medidores de peso, así como microscopios digitales.

Bibliografía:

Gaytán, C. (1971). La Revolución Mexicana y sus monedas. Editorial Diana.

Hernández García, R. (2016). Coleccionismo de monedas. En J. C. Díaz Negrete (Ed.), Invitación a la numismática (pp. 85-109). Banco de México.

Sobrino Manzanares, M. L. y Sarmiento, Escalona, R. (Eds.). (2018). Arte + Coleccionismo. Consejo de Cultura Gallego.

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